Por Alejandra Pérez Luviano
El liderazgo que nace de la herida
Muchas de nosotras sabemos lo que significa crecer con dudas, obstáculos o entornos difíciles. El liderazgo femenino suele nacer precisamente de ahí: de una convicción en las entrañas por estudiar, de disciplinarnos y de ser constantes para alcanzar no sólo metas académicas, sino también esos placeres profundos que se perciben como anhelos del alma; el placer intelectual, el placer de construir auto-seguridad, auto-confianza y el de estar rodeadas de otras mujeres con las que sabe tu interior que quiere compartir, crecer y hacer alianzas.
A menudo, este camino empieza temprano. En la adolescencia, muchas hemos buscado abrirnos paso, ya sea trabajando, estudiando o formándonos por nuestra cuenta, sabiendo que la educación es esa puerta de luz que nos da fuerza para no repetir historias de ignorancia o dependencia.
Como dice el poema que tantas madres y abuelas nos han repetido:
“Estudia, niña, estudia. Es puerta de luz un libro abierto… para que nunca seas el juguete vulgar de las pasiones ni la esclava servil de los tiranos.”
Superar la violencia con conciencia
Cientos de mujeres hemos vivido de cerca entornos machistas, relaciones violentas o situaciones que nos obligan a replantear el rumbo. En esos momentos, lo fácil sería quebrarnos. Pero lo que suele surgir es otra cosa: la decisión de buscar ayuda, de leer, de autoformarnos, de descubrir herramientas emocionales para salir adelante.
De esas heridas nace la fuerza para empoderarnos y después tender la mano a otras. Ahí empieza el compromiso con la seguridad, la autoestima y la estructura que necesitamos para sostenernos en la vida personal, profesional y social.
La duda de las mujeres en la cima
El reto no desaparece cuando llegamos lejos. Lo vemos constantemente en ejecutivas, directoras, emprendedoras y mujeres de alta dirección: incluso en la cima, la duda aparece. Dudamos de nuestra voz, de nuestras capacidades, de si merecemos estar en ese lugar.
Y esa duda es justamente la señal de que debemos reforzar la autoestima y la claridad interna. Porque sin estructura emocional, ninguna preparación académica basta. El estudio y la disciplina son la base que nos da convicción para enfrentar retos que siempre vendrán.
Una conversación sobre el empoderamiento
En un encuentro reciente con otras mujeres líderes, Karina Fernández nos recordó algo esencial: una mujer empoderada no sólo destaca en el círculo familiar, sino que construye resultados que hablan por ella.
Ese mensaje resonó fuerte. Porque sabemos que los resultados —los proyectos logrados, los equipos formados, los impactos sociales creados— son lo que realmente consolida nuestro liderazgo. Ahí está la diferencia entre sobresalir y trascender.
Como dice Maslow, el liderazgo verdadero no termina en una misma: evoluciona hacia hacer algo por los demás, y luego regresa a la plenitud y a la conciencia del para qué. Y como recuerda Adriana Gallardo: “entre mujeres no se vale tirarnos, la fuerza está en unirnos.”
La envidia y los puentes de poder
Muchas mujeres hemos sentido cómo, en lugar de apoyo, a veces recibimos envidia o piedras en el camino. Sin embargo, es ahí donde nos toca decidir: ¿vamos a repetir el patrón o vamos a transformarlo en unidad?
La experiencia muestra que cuando compartimos nuestras historias con autenticidad —sean de crianza, decisiones difíciles o resiliencia frente a la adversidad—, se crean verdaderos puentes de poder. Círculos donde no sólo se construye networking, sino también lazos que nos sostienen y nos recuerdan que continuar vale la pena.
El compromiso con la expansión
Hoy más que nunca, hablar de mujeres es hablar de expansión. Intelectual, emocional, económica y social. No basta con romper techos de cristal en la empresa: también necesitamos dejar huella en nuestras comunidades y en el mundo.
Esa expansión requiere disciplina, autovaloración y visión. Y todas las que llevamos años trabajando, tejiendo redes y preparándonos sabemos que este es el momento de consolidar legados más grandes: espacios, institutos, redes y proyectos colectivos que impulsen a otras mujeres de la raíz al poder.
Un legado compartido
Nuestro legado no es únicamente personal. Es colectivo. Es asegurar que otras mujeres cuenten con las herramientas, la formación y los espacios que quizás a nosotras nos faltaron al inicio.
Así como hay mujeres que dedican su vida a reunirnos y tejer redes, nuestro compromiso es continuar fortaleciendo esos lazos. Porque cuando una mujer estudia, se empodera y se une con otras, no sólo transforma su vida: transforma el mundo.
Alejandra Pérez Luviano
Psicóloga, consultora y formadora en liderazgo femenino.
Fundadora del Instituto Renavíe México.