En Tultitlán, Estado de México, se esconde una joya del Movimiento Moderno: el complejo Bacardí. Inaugurado en 1961, este conjunto industrial es mucho más que una planta productiva. Es el resultado de la colaboración entre dos titanes de la arquitectura: Ludwig Mies van der Rohe y Félix Candela. Juntos, dieron forma a un espacio donde la industria, la estética y la innovación conviven en perfecta armonía.
Una alianza inesperada en tierras mexiquenses
Cuando la empresa Bacardí decidió construir su planta en México, no escatimó en visión ni talento. Eligió a Mies van der Rohe, uno de los maestros del modernismo, para diseñar las oficinas administrativas. La elección no fue menor: Mies, célebre por su estilo minimalista y su principio de “menos es más”, ya había dejado huella en el mundo con obras como el Pabellón de Barcelona y el Seagram Building en Nueva York.
Pero la historia no termina ahí. Para las naves industriales, Bacardí recurrió al ingeniero y arquitecto español-mexicano Félix Candela, famoso por sus estructuras de concreto delgado en forma de paraboloide hiperbólico. Sus diseños, además de ser funcionales y económicos, dotaron al complejo de una estética futurista que aún hoy sorprende.
La elegancia del acero y el concreto
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Las oficinas diseñadas por Mies van der Rohe son un ejemplo puro de su lenguaje arquitectónico: líneas limpias, estructura de acero visible, muros de vidrio y una distribución racional del espacio. Cada elemento fue pensado para transmitir orden, transparencia y eficiencia.
En contraste complementario, las cubiertas de las naves industriales creadas por Candela parecen flotar con ligereza a pesar de estar hechas de concreto. Su forma ondulante no solo responde a una lógica estructural impecable, sino que también aporta belleza a lo que normalmente se consideraría una simple fábrica.
Patrimonio moderno poco conocido
Aunque el complejo Bacardí no es un destino turístico convencional, es considerado por arquitectos e historiadores como uno de los ejemplos más importantes del Movimiento Moderno en América Latina. Representa la síntesis perfecta entre funcionalidad y diseño, entre arte y trabajo, entre técnica e inspiración.
Lamentablemente, como sucede con muchas obras maestras escondidas en la periferia urbana, su valor ha pasado desapercibido para la mayoría del público. Sin embargo, quienes lo conocen lo consideran un referente indispensable para entender cómo la arquitectura puede dignificar incluso los espacios más utilitarios.
Un legado que merece ser redescubierto
Hoy, más de seis décadas después de su construcción, el complejo Bacardí sigue en pie, recordándonos que la buena arquitectura trasciende su tiempo y su función. Es un recordatorio silencioso de que la industria no tiene por qué ser gris ni monótona. Puede ser, como lo soñaron Mies y Candela, un espacio donde también se respire belleza.